Las tardes de aquella primavera se habían vuelto grises. El viento siempre presente, siempre inconcluso, era reflejo fiel de los vaivenes de mi vida. Había aprendido a esconder la soledad rodeandome de gente, sin embargo nunca aprendí a esconderla de mi.
Los arboles florecieron tarde, timida y repentinamente, en esa dualidad que se me hizo tan habitual. No me acostumbré a no tenerla, aún no me acostumbro, probablemente nunca me acostumbre.
Recordé constantemente el invierno pasado y la lluvia y el frio... y nuestra bufanda y esos guantes tan caractéristicos tuyos. Te recordé bajo ese paraguas multicolor que tenías, nos recordé compartiéndolo entre risas y tímidas miradas. Bajo la lluvia te me volviste primavera, una primavera como esas que tuve durante mi infancia, luminosa, exhuberante, con olor a flores, verde, muy verde, de cielo azul y gente multicolor. Recordé tu calor, tus palabras dulces, tu luz, me recordé feliz...
Los arboles florecieron tarde, timida y repentinamente, en esa dualidad que se me hizo tan habitual. No me acostumbré a no tenerla, aún no me acostumbro, probablemente nunca me acostumbre.
Recordé constantemente el invierno pasado y la lluvia y el frio... y nuestra bufanda y esos guantes tan caractéristicos tuyos. Te recordé bajo ese paraguas multicolor que tenías, nos recordé compartiéndolo entre risas y tímidas miradas. Bajo la lluvia te me volviste primavera, una primavera como esas que tuve durante mi infancia, luminosa, exhuberante, con olor a flores, verde, muy verde, de cielo azul y gente multicolor. Recordé tu calor, tus palabras dulces, tu luz, me recordé feliz...
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