lundi 23 novembre 2009

Resplandor

Fue hace mucho, mucho tiempo, por ahí por donde comienza mi segunda memoria. Era un día de esos nublados, donde el cielo no alumbra. Las luces de los faroles que rodean el bosque, resplandecían en el pavimento mojado. El bosque parecía envuelto por el reflejo de esta luz que se hacia cada vez más tenue al acercarse a las copas de los árboles. Los caminos que se adentraban al bosque se perdían rápido en la oscuridad. La noche era silenciosa y solo el ruido tímido de las hojas alborotadas por el viento me recordaba que estaba en alguna parte.

Uno sabe que está en el bosque, pues el tiempo avanza más lento, a diferentes escalas, pero siempre más lento. Dicen que la lluvia es la única capaz de acelerar en cierto modo su pasar, aunque el efecto es notorio solo cerca del suelo, justo donde la lluvia hace contacto. La lluvia también vive a diferentes escalas de tiempo, lejos de la superficie aveces parece detenerse, suspenderse en un mundo lento como el de los árboles. Hay quien me dijo que bajo tierra el bosque vive en tiempos rápidos, pero eso es parte de otra historia.

Como fue que me adentré al bosque y a que lugar me dirigía, no lo tenía muy claro. En ese momento me movía más bien por intuición, aunque probablemente las respuestas hacían parte de mi primera memoria, por esos momento perdida en el mundo de los no-recuerdos. El camino fue largo, en distancia, pero sobre todo en tiempo... sobre el final, sentía como si ya no avanzase, mis pies se perdían en la tierra y mis brazos buscaban algún dejo de luz que se colase entre los árboles.
El tiempo dejó de ser cuando estuve frente a él. Era un árbol gigante, sus ramas eran de luz... la luz que buscaban mis brazos (menos ciegos que yo) durante gran parte del camino.

Sé que no debiese utilizar nociones temporales para describir lo sucedido, pues el tiempo no fue tiempo "mientras" estuve frente a él, pero mi lenguaje se vuelve árido al no hacerlo. Diré entonces, que por un "instante" mis memorias se conectaron, los recuerdos y no-recuerdos fueron dos caras de una misma moneda... de una misma moneda de una sola cara. Mis sentimientos, pensamientos, preguntas y respuestas volaban, como bajo tierra lo hace el tiempo. El árbol y yo nos volvímos semejantes "mientras" el tiempo no fue.

Cuando el tiempo volvió a ser (en algún tipo de proceso infinitesimal, de otro modo no me lo explico), yo ya estaba fuera del bosque... mis pies nuevamente en la superficie, mis brazos cerrados cubriéndome del frío y mis ojos semi-cerrados, casi encandilados con el resplandor de la acera mojada.