samedi 20 novembre 2010

Un viaje recurrente...

Te acuerdas de aquellos sábados cuando visitábamos a la tía? El camino solía hacerse largo, aunque el pasaje obligado por la panadería "El 18" era un buen consuelo. La espera del bus solía ser eterna, pero el viaje en sí era más bien entretenido. El recorrido era siempre el mismo, pero algo había en el paisaje que el tiempo parecía pasar más rápido. Hubo un tiempo en que teníamos que tomar también un colectivo, justo al lado de la linea del tren. Esa fue la época más linda, pues entonces la tía vivía en el cerro. Bajandonos del colectivo, la caminata que seguía era bastante larga. Siempre recuerdo la facilidad con que mis zapatos se llenaban de polvo.

El oso era el primero en recibirnos, seguido de uno de mis primos. Seguido era Cristian el primero en llegar, siempre tan entusiasta él... incluso ahora. Luego llegaba Jorgito a ayudarnos con las bolsas... luego venían los abrazos apretados de la tía, seguidos de un "hooooooola Anita, hooooooola mi niño, que rico verlo". En esa casa se respiraba cariño... mhhh, y que bien se comía. Inolvidable el pan amasado en invierno, sobre todo cuando lo recalentábamos encima de la chimenea que papá les había hecho. Si, en esa casa nunca hacía frío, nunca. Y en verano, la casa era relativamente fresca, aunque en esa época pasábamos más tiempo bajo el parrón... mmhh, que ricas uvas, te acuerdas? seguro que sí, las mejores, y en eso estábamos de acuerdo, eran las que estaban al final... mhhh, que delicia.

Había una especial sincronía entre nuestras familias. Memorables las noches en que "los hombres" jugabamos a las cartas o al dominó. Generalmente mi papá hacía equipo con el tío. Mis primos y yo hacíamos el otro equipo. Las fuerzas eran parejas y la noche se llenaba de cariñosas burlas al equipo que perdía.. Si, cuando papá venía la alegría era completa. El y el tío se entendían super bien... a veces parecía que ellos eran los hermanos :-). Además cuando él venía, nos evitabamos el bus, pues veníamos en auto. Por las noches solíamos ir al pueblo a comprar más cerveza y carne para hacer un asado... mhhhhhhhhhh, definitivamente ahí se comía muy bien.

Por las tardes nos perdíamos en el cerro cazando pajaros o recolectando arañas o alacranes. En ocasiones, por la noche salíamos a cazar conejos... lo mejor era cuando alguno se ponía a contar las leyendas populares de la zona. No te pregunto si te acuerdas, pues tú te quedabas en casa con la tía viendo el "sábados gigantes".

Seguro te acuerdas de cuando ibamos a recolectar moras. Yo al menos no me puedo olvidar de eso, ni mucho menos de la mermelada que hacías luego...

Yo no sé tú, pero cuando yo me acuerdo de eso, recuerdo de donde vengo... y entiendo quien soy... y me alegra y me doy cuenta que no quiero cambiar. Cuando me acuerdo de eso, comprendo mi apego por la tierra, por las raíces, por eso que fuimos, por eso que somos, por eso de lo que estamos hechos. Cuando me acuerdo de eso quisiera que estuviesemos juntos, que me dijeras que el próximo sábado vamos a ver a la tía y que alomejor el papá viene también. Pero también me acuerdo de tus palabras y de lo que tú querías para mí y me doy cuenta que eso está allá adelante en el camino, que solo tengo que ir a buscarlo.

Tardes de otoño

Debiera abrir la ventana, pero entonces tendría frío. Debiera abrir la ventana, cerrar los ojos y respirar profundo, pero entonces tendría frío. Debiera abrir la ventana, sentir el frío y entonces recordar. Recordarme recordándote en esas tardes de otoño frente a la ventana, pero entonces tendría frío... como entonces.

El frío no es excusa, es más bien razón y motivo. Es cuando siento frío que mejor recuerdo el calor de tus brazos, la candidez de tus palabras... basta cerrar los ojos y respirar profundo...

mercredi 3 mars 2010

Lugares comunes (el comienzo)

Y ahí estaba yo, perdiéndome una vez más entre lugares comunes. La lluvia leve, semi-suspendida, que casi no toca, luces de colores vivos reflejándose en la acera mojada, una brisa semi-fresca recordándome que estoy vivo, que también hago parte y esas ganas inabarcables de escribir sobre ese festival de sensaciones en el que me envolvía. Innumerables veces fue así, innumerables veces viví-sentí-contemplé ese momento, en una ausencia casi surrealista de consciencia temporal. Nunca pude asimilar que esa circunstancia era un punto recurrente en mi vida... no al menos mientras sucedía. Siempre fue como la primera vez, como si mi memoria se volviese a cero, al menos temporalmente.

Y de pronto todo dio un vuelco, y realicé por una vez que eso ya me había ocurrido mil veces, que mil veces la emoción me ha dado alcance... la emoción de sentirme maravillado, sobre-oxigenado con algo tan simple. Y por un lado era magnifico poder darme cuenta que sigo sintiendo igual de intensamente que en otros tiempos, que la maravilla de la contemplación está a la vuelta de la esquina. Pero al mismo tiempo, comprender, asimilar que todos esos momentos de "inspiración" repentina tenían siempre o casi siempre origen en un mismo lugar común, me hizo sentir de una unidimensionalidad abrumante.

Es curioso, pues mirándolo más de lejos, todo se vuelve ridículamente absurdo y al mismo tiempo de una coherencia satisfactoria. Ahora mismo, mientras buscaba las palabras sobre las que me muevo, me encontré cara a cara con un hermoso cielo azul y una nube algodonosa que pasaba de ser una difusa tortuga a un bien definido canguro. Y en dos segundos mi pecho se llenó de aire y mis ojos se pusieron borrosos... sí, otro lugar común. Y claro, esa recurrencia no es en ningún modo sinónimo de unicidad. La vida es un paseo aleatorio por el mundo de las circunstancias, las causas y los efectos, un paseo aleatorio donde los puntos recurrentes (lugares comunes) abundan... (continuará...)...